Fragmento: La ciudad muerta.
LOES.
Sueño: La Ciudad Muerta I.
—Estando en un bello jardín, ¡las flores bellas!, ¡pero
estáticas como piedras! Frente a mis ojos un gran pozo; camino y me acerco a
sus bordes de piedra: Al inclinarme, ¡esperando el agua; veo la más profunda
oscuridad! Tomó sin miedo unas gradas que me conducen a su interior:
Las
paredes de este están frescas y ligosas, ¡y su frescor a cada paso se convierte
en putrefacción! Ya en el fondo: nada es lo que imaginaba: ¡Grandes caminos de
piedra caliza!, me conduje por el principal de estos; y a pocos metros la tuve
frente a mí: ¡La gran ciudad se erguía imponente al margen del horizonte de
llamas ardientes!
Estaba está construida de piedras monolíticas,
¡definitivamente estos portales no tenían comparación con ninguno actualmente
conocido!
Y ya frente a su gigantesca puerta, ¡no pude más que
sentirme un pigmeo insignificante!
¡De esta emanaba una maldad insoportable!, ¡sentí mis manos
romperse al tocar sus maderos rojizos y secos! ¡Mas fue mi asombro!: cuanto al
abrirse: ¡pude ver ante mis ojos los maravillosos edificios!: Torres negras se
levantaban sobre las altas casas: las cuales no tenían comparación con las de
nuestro mundo concebidas.
Camine ansioso por aquellas calles de piedra, abrí toda
puerta y toda ventana; mas la vida hacía ya tiempo había huido de aquel lugar.
Al cabo de un tiempo me dirigí a una de aquellas torres: Estaban estas
elaboradas de bello mármol negro, su altura era tal; que dolía mi cuello al
tratar de divisar su máxima altura.
Tras ellas, y en ese justo momento, se
alzaba una gran esfera de lava; que no era otra cosa; ¡si no el sol de aquella
profundidad!, este excitaba con su radiación las brillantes cúpulas de las
torres, maravillando al ojo con exquisitos espectáculos.
Vi entonces la entrada a una de estas, ¡mas puerta no
había!, solo un agujero en la pared. ¡Entre sin pausa y sin dudas!
Ya en su
interior, vi como del suelo parecían salir gases delgados y fantasmales. Y unas
gradas de caracol subían Interminables hasta la cima de la torre, y así me encamine
por ellas con un alma de insaciable curiosidad.
Ya en la mitad del camino:
¡sentí como planchas de caliente acero en cada escalón!, ¡como zarzas en cada
titubeante paso! ¡Lo cierto es que al final mis muslos estuvieron a punto de
estallar!
Y cuando por fin llegue a la cima: Una habitación de altas repisas,
de pipetas con extrañas sustancias, ¡y allí! en el centro de la instancia; un
libro que parecía girar sus páginas, tal y como si el solo se escribiese.
Violentamente se cerró, y de su portada yo leí: El tratado de los no mundos.
Inmediatamente una extraña fuerza me empujó, lo que me hizo
caer de la habitación; y sin yo quererlo me vi cayendo al lejano suelo, ¡mi fin
era inevitable!, ¡mi corazón latía fuerte!, ¡mi cerebro entregado a la
resignación! Lo que hizo cerrar mis ojos, ¡y al abrirlos! a la horilla de aquel
pozo me encontraba, y las flores rozaban mis pies descalzos.
¡Abrí los ojos violentamente!, Me detuve a pensar sobre
aquel sueño maravilloso, traté de cerrar los ojos y así volver a dormir. Mas al
hacer esto: ¡aquellas terribles e imponentes torres se dibujaban en mis
parpados, ¡y extasiado de placer dormí contemplándolas!
No hay comentarios:
Publicar un comentario