Fragmento de
el encuentro.
Desperté
luego de varias horas, estaba anocheciendo, y la luna llena asomaba en el
horizonte. Salí pues rápido de la casa. ¡Se veía hermosa! ¡Complaciente! ¡Como
gran ojo nocturno! ¡Como portadora de antiquísimos secretos!
Los maderos
de mi bolsillo brillaban con una extraña fluorescencia azul, parecían
susurrarme al oído palabras incomprensibles, El bosque a mi alrededor me
llamaba ¡Parecía como si un harén de hadas sensuales me esperara! ¡Como si
rieran de alegría esperando mi presencia!
Casi podía
verlas, masturbándose frente a mí, y tentándome como súcubos nocturnos, ¡Me
poseen! ¡Eyaculó en sus virginales vientres! Me llamaban pues los maderos a aquella
magnifica experiencia. Yo caminaba ya sin control, con la conciencia enterrada
bajo metros de tierra.
Y así me
adentré sin causa en aquella negrura enigmática, ¡Y fui como Alicia en el país
de las
pesadillas!: ¡Misteriosas y bellas! ¡Pérdidas y majestuosas!
Las ramas de
los árboles se arremolinaban en torno mío, me tenían como felinos de finas
garras, atrapado en aterrador influjo.
El suelo
suave y fértil, de ramas y hojas. Y un camino invisible me conducía a la más
profunda oscuridad. Llegué a un claro: ¡Y allí estaban ellas acariciando sus
bellos cuerpos formados de natura! Eran de color verduzco y sutil, ¡Seguramente
de edad antiquísima! Enredaderas vestían sus desnudos cuerpos, y bellos lirios
adornaban sus cabelleras.
Sus pies
eran bellas raíces, las cuales jugaban alegres con el follaje, ¡Mas no digo de
sus rostros, hermosos sin comparación! De labios oscuros y miradas brillantes.
Sus voces incomprensibles se expandían por todo el ambiente, y una música sutil
e inaudible adornaba cada una de sus palabras.
Los maderos
comenzaron a inquietarse, como ansiosos de participar en aquella orgía. Los
tomé pues en mis manos, y estos brillaban como soles marchitos, ¡No los contuve
y huyeron por el suelo, hasta unirse al cuerpo de aquellas damas! Mis ojos no
podían comprender lo que veían, ¡Y mi pene saltaba como loco de ansias! se
fugaron pues mis instintos, y lloraba amargamente mi condena, ¡Ya que moverme
no podía! ¡Parecía que disfrutaban mi impotencia! Ya que a cada instante más
sensuales parecían;
¡Lloraban de
placer castigando mi deseo! ¡Mis pantalones fueron presa de mis fluidos! Y mis
alaridos rompieron la armonía de aquella instancia. ¡En ese instante ellas
pararon! La luna se ocultó tras las nubes, y la penumbra acogió de nuevo mi
alma.
¡Baje en un
instante a la profundidad de un pozo! ¡Perdí la conciencia!
Al cabo de
un rato la luna irradiaba mis ojos, los sucubus se habían marchado, y el bosque
me envolvía en una fría neblina.
¡Me
encontraba perdido! Los grillos cantaban inquietos, y la luna iluminaba un
blanco camino; Lo cojo aunque no supiera su destino, deseaba que me condujera
el pueblo, ¡Aunque en mi interior sabía que nada más lejos de mi deseo era lo
que me aguardaba!
¡Loco de
asombro me quede al contemplar lo que mis ojos veían!; Una gran torre, de
cuando menos cinco pisos. Echa de piedras mohosas y grotescas, de apariencia
gótica y endiablada, ¡parecía tan antigua como la misma humanidad!
Una pequeña
puerta de madera tosca era su única entrada, Veía yo pues imposible que
estuviera habitada. ¡No sabía pues que era más terrible! ¿Dormir en aquella
intemperie? O ¿Adentrarme en sus terribles secretos? Escuché entonces una voz
suave y fría que me dijo.
La voz:
¡Entra muchacho! ¡Visítame amigo!
—Mi reacción
ante aquello fue inmediata, ¡mis carnes se enfriaron al instante! ¡Mi rostro
era presa de aterrador asombro! Las bisagras de aquella puertilla se abrieron
tenebrosas.
Asomo la
cara aquel anciano, y la luna cubría su faz de fantasmal blancura. ¡Esto me
produjo algo de alegría! Pues tan malo no podía ser aquello. Me pasó delante, y
por primera vez pude contemplar aquella instancia; las columnas de libros se
alzaban hasta el techo, ¡Eran volúmenes antiguos, portadores de secretos
incalculables!
En el
pequeño escritorio del anciano se encontraban varios de estos, como si en aquel
instante el viejo se entregara a sus mundos ocultos. Me invito pues a sentarme,
¡Yo no podía dejar de ver su rostro! ¡Pasivo, pero salvaje! ¡Con alma fuerte, y
de gran entendimiento! Me propuse hablarle, pero este me interrumpió diciendo.
Gigalmesh:
¡Hoz estaba esperando!
— ¡Cómo!
Dije yo sorprendido, el volteo a verme con graciosa elocuencia y prosiguió.
Gigalmesh:
¡Sabía que vendrías! ¡No lo dudé ni por un instante!
Loes: ¿Pero cómo
lo sabías? ¿Por qué me dejaste estos maderos?
—El
respondió con una súbita carcajada, y dijo.
Gigalmesh:
¡Hablando de mis maderos! ¿Dónde están? ¿Qué has hecho con ellos?
—Con
confusión en mi rostro le respondí.
Loes: Pues
creo que los deje en casa.
—El me
observo intrigadamente, como si tuviese certeza de mi mentira; Se
Levanto y
abrió un viejo gabinete, saco los maderos y los puso frente a mí.
Loes: ¡¿Pero
cómo?!
—Dije. Y
luego se sentó, y con voz susurrante y extasiada me dijo.
Gigalmesh:
¡Negarás que haz conocido a mis doncellas! ¿Qué acaso estas no te proveyeron de
un sueño imposible? ¿Es que acaso tu corazón había palpitado de esa manera?
—Luego de
esto decidí enfrentármele, saber el porqué de toda esta aventura.
Loes: ¡Por
favor aclara mis dudas! ¡Ya no soporto esta angustiosa incertidumbre!
—Tomó una
vieja pipa que tenía en su escritorio, extendió sus piernas, y relajo su Rostro.
Así comenzó su relato.
Gigalmesh:
¡Habitación oscura! ¡Habitación oscura!
—Lo mire con
intriga, puse mis codos sobre la mesa. Este me observo fijamente, y prosiguió
de manera calmada.
Gigalmesh:
¡Soy más antiguo que las raíces del bosque!
¡He caminado
por la tierra antes de que el hombre conociera los caminos!
¡He
fabricado su saber, Los he iniciado en la escritura!
¡Los proveí
de abrigo! ¡Los consentí en su tristeza!
¡Les di sus
primeros nombres! ¡Los bajé de los árboles, y los hice correr por la sabana!
¡Inspire sus
dioses, y mancharon mi nombre tratando de entenderme!
—En el
límite de la intriga le pregunte.
Loes: ¿Tú
eres dios?
—Y el
regañonamente me respondió.
Gigalmesh:
¡Como hoz atreves a compararme con esa vil mentira! Yo represento el eco del
cosmos, ¡Soy la intriga, y el remanente de la gran explosión! ¡Adorné Tus ideas
con el ansia del infinito!
Loes:
Tradúceme pues tus palabras.
Gigalmesh:
Soy quien te hizo bajar de los árboles, ¡Soy la curiosidad! Sentimiento creador
del pensamiento, el arquetipo de la sabiduría, soy el sueño de tu vejez,
¡Tú aspiras
a mi condición!
Loes: Eres
―el viejo sabio‖.
Gigalmesh:
¡Así haz decidido llamarme!
Loes: ¿Pero
eres físico o solo una idea?
Gigalmesh:
¿Es que acaso no puedes tocarme? ¡Soy un simple viejo, que comprende en lo que
se ha convertido!
—Lo observé
anonadado. El silencio inundó la sala, los dos nos observamos callados. El tomo
un gran libro y comenzó su lectura. Y yo esperaba la lección Que de éste me
proveería.
Gigalmesh:
La luna ha sido testigo de estas grandes etapas, ¡Ha andado silenciosa por
todos los caminos!, ¡Conoce los senderos olvidados de la civilización!
Loes: ¿Pero cómo
has llegado a comprender la esencia?
Gigalmesh:
¿Pero que es la esencia? ¡Si no nuestra alma conjurada en los objetos!
Loes: ¿Qué
haces en este pueblo olvidado?
Gigalmesh:
¿Y qué haces tú aquí amigo? En esta torre perdida. ¡Lo que nos mueve es el
ansia de sabiduría!, ¡Lo que nos despierta es el sol de la
Incertidumbre!,
¡He visto en tus ojos la locura, que a tu saber es la más grande cordura!
Loes: ¿Pero qué
haré mañana? ¿Cómo viviré tranquilo después de todas estas experiencias? ¡El
ambiente en Mitit será el mismo de siempre!, suspiraré por Lilith como todos
los días, la gente me vera siempre como un lobo estepario al Acecho de sus
ideas.
Gigalmesh:
Tu vida continuará como hasta ahora, solo lleva en tu alma tu esencia, y vive
como nunca has vivido.
—Me miró
pues el anciano, tomo mis manos con su derecha uniéndolas Fuertemente; No pensé
pues que tuviera aquella fuerza. Con la izquierda cerró mis ojos, y yo caí en
un profundo sueño ¡relajante y cálido! Como arrullado en los brazos de un
padre, como niño dormí pasivo, y fue mi alma en un perfecto descanso.
Al día
siguiente desperté en el sillón, como si de este no me hubiera movido. Más
sabía que aquella experiencia era en absoluto real. Mis zapatos estaban
húmedos, al igual que mis pantalones, ¿Y los maderos? ¡Pues habían
desaparecido! Ellos eran el fiel testimonio de lo ocurrido.
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