lunes, 27 de julio de 2015

Bosque.



Fragmento de el encuentro.

Desperté luego de varias horas, estaba anocheciendo, y la luna llena asomaba en el horizonte. Salí pues rápido de la casa. ¡Se veía hermosa! ¡Complaciente! ¡Como gran ojo nocturno! ¡Como portadora de antiquísimos secretos!

Los maderos de mi bolsillo brillaban con una extraña fluorescencia azul, parecían susurrarme al oído palabras incomprensibles, El bosque a mi alrededor me llamaba ¡Parecía como si un harén de hadas sensuales me esperara! ¡Como si rieran de alegría esperando mi presencia!

Casi podía verlas, masturbándose frente a mí, y tentándome como súcubos nocturnos, ¡Me poseen! ¡Eyaculó en sus virginales vientres! Me llamaban pues los maderos a aquella magnifica experiencia. Yo caminaba ya sin control, con la conciencia enterrada bajo metros de tierra.
Y así me adentré sin causa en aquella negrura enigmática, ¡Y fui como Alicia en el país
de las pesadillas!: ¡Misteriosas y bellas! ¡Pérdidas y majestuosas!

Las ramas de los árboles se arremolinaban en torno mío, me tenían como felinos de finas garras, atrapado en aterrador influjo.

El suelo suave y fértil, de ramas y hojas. Y un camino invisible me conducía a la más profunda oscuridad. Llegué a un claro: ¡Y allí estaban ellas acariciando sus bellos cuerpos formados de natura! Eran de color verduzco y sutil, ¡Seguramente de edad antiquísima! Enredaderas vestían sus desnudos cuerpos, y bellos lirios adornaban sus cabelleras.

Sus pies eran bellas raíces, las cuales jugaban alegres con el follaje, ¡Mas no digo de sus rostros, hermosos sin comparación! De labios oscuros y miradas brillantes. Sus voces incomprensibles se expandían por todo el ambiente, y una música sutil e inaudible adornaba cada una de sus palabras.

Los maderos comenzaron a inquietarse, como ansiosos de participar en aquella orgía. Los tomé pues en mis manos, y estos brillaban como soles marchitos, ¡No los contuve y huyeron por el suelo, hasta unirse al cuerpo de aquellas damas! Mis ojos no podían comprender lo que veían, ¡Y mi pene saltaba como loco de ansias! se fugaron pues mis instintos, y lloraba amargamente mi condena, ¡Ya que moverme no podía! ¡Parecía que disfrutaban mi impotencia! Ya que a cada instante más sensuales parecían;

¡Lloraban de placer castigando mi deseo! ¡Mis pantalones fueron presa de mis fluidos! Y mis alaridos rompieron la armonía de aquella instancia. ¡En ese instante ellas pararon! La luna se ocultó tras las nubes, y la penumbra acogió de nuevo mi alma.

¡Baje en un instante a la profundidad de un pozo! ¡Perdí la conciencia!

Al cabo de un rato la luna irradiaba mis ojos, los sucubus se habían marchado, y el bosque me envolvía en una fría neblina.

¡Me encontraba perdido! Los grillos cantaban inquietos, y la luna iluminaba un blanco camino; Lo cojo aunque no supiera su destino, deseaba que me condujera el pueblo, ¡Aunque en mi interior sabía que nada más lejos de mi deseo era lo que me aguardaba!

¡Loco de asombro me quede al contemplar lo que mis ojos veían!; Una gran torre, de cuando menos cinco pisos. Echa de piedras mohosas y grotescas, de apariencia gótica y endiablada, ¡parecía tan antigua como la misma humanidad!

Una pequeña puerta de madera tosca era su única entrada, Veía yo pues imposible que estuviera habitada. ¡No sabía pues que era más terrible! ¿Dormir en aquella intemperie? O ¿Adentrarme en sus terribles secretos? Escuché entonces una voz suave y fría que me dijo.

La voz: ¡Entra muchacho! ¡Visítame amigo!

—Mi reacción ante aquello fue inmediata, ¡mis carnes se enfriaron al instante! ¡Mi rostro era presa de aterrador asombro! Las bisagras de aquella puertilla se abrieron tenebrosas.

Asomo la cara aquel anciano, y la luna cubría su faz de fantasmal blancura. ¡Esto me produjo algo de alegría! Pues tan malo no podía ser aquello. Me pasó delante, y por primera vez pude contemplar aquella instancia; las columnas de libros se alzaban hasta el techo, ¡Eran volúmenes antiguos, portadores de secretos incalculables!

En el pequeño escritorio del anciano se encontraban varios de estos, como si en aquel instante el viejo se entregara a sus mundos ocultos. Me invito pues a sentarme, ¡Yo no podía dejar de ver su rostro! ¡Pasivo, pero salvaje! ¡Con alma fuerte, y de gran entendimiento! Me propuse hablarle, pero este me interrumpió diciendo.

Gigalmesh: ¡Hoz estaba esperando!

— ¡Cómo! Dije yo sorprendido, el volteo a verme con graciosa elocuencia y prosiguió.

Gigalmesh: ¡Sabía que vendrías! ¡No lo dudé ni por un instante!

Loes: ¿Pero cómo lo sabías? ¿Por qué me dejaste estos maderos?

—El respondió con una súbita carcajada, y dijo.

Gigalmesh: ¡Hablando de mis maderos! ¿Dónde están? ¿Qué has hecho con ellos?

—Con confusión en mi rostro le respondí.

Loes: Pues creo que los deje en casa.

—El me observo intrigadamente, como si tuviese certeza de mi mentira; Se
Levanto y abrió un viejo gabinete, saco los maderos y los puso frente a mí.

Loes: ¡¿Pero cómo?!

—Dije. Y luego se sentó, y con voz susurrante y extasiada me dijo.

Gigalmesh: ¡Negarás que haz conocido a mis doncellas! ¿Qué acaso estas no te proveyeron de un sueño imposible? ¿Es que acaso tu corazón había palpitado de esa manera?

—Luego de esto decidí enfrentármele, saber el porqué de toda esta aventura.

Loes: ¡Por favor aclara mis dudas! ¡Ya no soporto esta angustiosa incertidumbre!

—Tomó una vieja pipa que tenía en su escritorio, extendió sus piernas, y relajo su Rostro. Así comenzó su relato.

Gigalmesh: ¡Habitación oscura! ¡Habitación oscura!

—Lo mire con intriga, puse mis codos sobre la mesa. Este me observo fijamente, y prosiguió de manera calmada.

Gigalmesh: ¡Soy más antiguo que las raíces del bosque!
¡He caminado por la tierra antes de que el hombre conociera los caminos!
¡He fabricado su saber, Los he iniciado en la escritura!
¡Los proveí de abrigo! ¡Los consentí en su tristeza!
¡Les di sus primeros nombres! ¡Los bajé de los árboles, y los hice correr por la sabana!
¡Inspire sus dioses, y mancharon mi nombre tratando de entenderme!

—En el límite de la intriga le pregunte.

Loes: ¿Tú eres dios?

—Y el regañonamente me respondió.

Gigalmesh: ¡Como hoz atreves a compararme con esa vil mentira! Yo represento el eco del cosmos, ¡Soy la intriga, y el remanente de la gran explosión! ¡Adorné Tus ideas con el ansia del infinito!

Loes: Tradúceme pues tus palabras.

Gigalmesh: Soy quien te hizo bajar de los árboles, ¡Soy la curiosidad! Sentimiento creador del pensamiento, el arquetipo de la sabiduría, soy el sueño de tu vejez,
¡Tú aspiras a mi condición!

Loes: Eres ―el viejo sabio‖.

Gigalmesh: ¡Así haz decidido llamarme!

Loes: ¿Pero eres físico o solo una idea?
Gigalmesh: ¿Es que acaso no puedes tocarme? ¡Soy un simple viejo, que comprende en lo que se ha convertido!

—Lo observé anonadado. El silencio inundó la sala, los dos nos observamos callados. El tomo un gran libro y comenzó su lectura. Y yo esperaba la lección Que de éste me proveería.

Gigalmesh: La luna ha sido testigo de estas grandes etapas, ¡Ha andado silenciosa por todos los caminos!, ¡Conoce los senderos olvidados de la civilización!

Loes: ¿Pero cómo has llegado a comprender la esencia?

Gigalmesh: ¿Pero que es la esencia? ¡Si no nuestra alma conjurada en los objetos!
Loes: ¿Qué haces en este pueblo olvidado?

Gigalmesh: ¿Y qué haces tú aquí amigo? En esta torre perdida. ¡Lo que nos mueve es el ansia de sabiduría!, ¡Lo que nos despierta es el sol de la
Incertidumbre!, ¡He visto en tus ojos la locura, que a tu saber es la más grande cordura!

Loes: ¿Pero qué haré mañana? ¿Cómo viviré tranquilo después de todas estas experiencias? ¡El ambiente en Mitit será el mismo de siempre!, suspiraré por Lilith como todos los días, la gente me vera siempre como un lobo estepario al Acecho de sus ideas.

Gigalmesh: Tu vida continuará como hasta ahora, solo lleva en tu alma tu esencia, y vive como nunca has vivido.

—Me miró pues el anciano, tomo mis manos con su derecha uniéndolas Fuertemente; No pensé pues que tuviera aquella fuerza. Con la izquierda cerró mis ojos, y yo caí en un profundo sueño ¡relajante y cálido! Como arrullado en los brazos de un padre, como niño dormí pasivo, y fue mi alma en un perfecto descanso.


Al día siguiente desperté en el sillón, como si de este no me hubiera movido. Más sabía que aquella experiencia era en absoluto real. Mis zapatos estaban húmedos, al igual que mis pantalones, ¿Y los maderos? ¡Pues habían desaparecido! Ellos eran el fiel testimonio de lo ocurrido.

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