lunes, 27 de julio de 2015

Amanecer bajo el árbol de la Vida.



Fragmento: Amanecer bajo el arbol de la Vida.


Amanecer bajo el arbol de la Vida.


— Con un aire de cansancio pregunta Sofía a la Serpiente mientras la acaricia suavemente.
Sofía: ¡Serpiente! ¿Qué lugar nos recomiendas para acampar esta noche?


— Seseante y burlona responde la Serpiente mientras achica sus ojillos malignamente.
La Serpiente: ¡Pues a mí me basta casi cualquier sitio!


— Ahora continúa de forma más condescendiente.

La Serpiente: ¡Bajo aquel árbol seguro hallareis buen abrigo!

— Dejaron a La Serpiente y se acercaron al árbol que ella les había señalado: Este en si parecía reproducir la intrincada forma de la vida: Era aquel mismo árbol descrito por el anciano Caín: Cada rama dividiéndose en otras; simbolizaba una desviación o mutación y así generar nuevas especies: ¡Así pues! Iba al capricho del azar y la conveniencia.

— Con paso titubeante se acercaron ambos a aquel árbol de prodigios, no sabiendo si encontrarían buen abrigo: si la calidez incondicional de una madre o la frialdad intelectual de un padre. Así comenzaron a dialogar bajo su copa, comprendían muy bien que ellos eran los frutos de aquel.

— Sofía entrecierra sus ojos, se dirige hacia el tímido rostro de Semreh y le pregunta.

Sofía: ¿Dime cómo es?


— Semreh se interroga a si mismo sobre el significado de la pregunta de Sofía, más en un súbito instante de magnánima elocuencia responde tras ojos excitados.


Semreh: ¿Cómo es la vida bajo el árbol de la vida? ¿Me siento protegido, o me siento desamparado? ¿Es frio, o es cálida emoción la que ahora me invade?: Me siento a gusto porque estoy a tu lado, no porque la vida me haya dado frutos de aquella alegría.


Mi goce es en aquel fruto que aún no madura: ¡Yo puedo llorar mientras abrazo el tronco de este árbol! ¡Puedo reír! ¡Y puedo saltar en derredor suyo! ¡El para mi es sólido! ¿Espero la felicidad como recompensa a la sabiduría? ¿Me basta con ser un fruto calmo y sereno?

¡No! Este árbol es aun joven, y no me consta aun que yo sea el más calmo de los frutos. Ciertamente muchos se sirven de este árbol: Hay escarabajos, hay gusanos y hormigas: ¡Lo parasitan, pues creen que la vida les ha sido regalada! Tienen que evolucionar y despertar, para así tener el deseo de convertirse en abono.

¡Hay de esos ingenuos: que viendo el gran banquete, les parece que este les será eterno! La vida es frágil y delicada, y quienes nos servimos de ella, debemos gozarla sin abusos.

¿Pero quién es más culpable? ¿La hormiga que devora sin consciencia de que abusa? ¿O el que arto hasta las narices, que aun lleno y consciente: Quiere seguir devorando? ¡Y si los humanos somos los peores parásitos de la vida! ¡Espero con ansias el día en que aprendamos a ser abono, para así no dejarla morir!

¿Cuál es ese fruto del que hablaron los antiguos es sus mitos? ¡Mientras nazcan mejores seguirán habiendo frutos! ¡Sería una lástima que fuéramos el comején de la vida! ¡Tal árbol enfermo solo podrá dar frutos raquíticos!

— Sofía lo ve conmovida, y se recuesta bajo sus hombros, pasan así la noche bajo el árbol de la vida.

— Sale el sol por la mañana, es un sol cálido y suave, amenguado por la sombra de los frondosos árboles. Sofía abre sus ojos lentamente; un leve rayo de sol inunda sus mejillas. Al instante se sorprende un poco al notar que dormía recostada sobre Semreh: así lo despierta con su siempre delicada voz.

Sofía: ¡Despierta amigo! La noche ha terminado ya de alumbrarnos.

— Despierta lentamente Semreh y dice a Sofía con el rostro complacido y extasiado al ser despertado por ella.

Semreh: ¿Aun sueño? ¿Es posible que este viendo a los ojos de la más alta razón? ¡Este es el más brillante de los soles y tu mirada es el más hermoso de los senderos!

— Un temblor se siente a la distancia: Sofía y Semreh salen de su distracción hacia sí mismos. A lo lejos se acerca el Gigantesco Troll.

— Dice Semreh sobrecogido.

Semreh: ¡Si en algún momento fuera posible dialogar con esa bestia!

— Lo interrumpe Sofía sigilosamente.

Sofía: No sé si te has percatado: Su mirada, aunque iracunda, no va dirigida contra el mundo en general. Este ser es la bestia interna de todo hombre y mujer: Esta colérico y ansioso: Es la parte inconscientemente disconforme de nuestro interior.

— La ve Semreh pensativo.

Semreh: ¿Pero qué intención tiene?

— Le sigue Sofía y explica la naturaleza del Troll.

Sofía: Aun el alma que sueña en las altas montañas, que sonríe ante los verdes valles. Aun esta alma que se degusta en lo traslucido del cristal, en las claras aguas de la vertiente: Aun ella guarda en su interior a este colérico embrutecido ser.

Todo por cuanto sea privado de ser libre en el caudal de los deseos, busca liberarse del yugo del recato, de esa autorregulación: ¿Quién podrá tener la prudencia de liberarlo a pequeños trozos? ¿O quien como este Troll saciara directamente su instinto en lo amado y odiado? ¡Mirad como destruye las estatuas de los santos!

— Dos sublimes estatuas de piedra estallan en pedazos al ser impactadas por la maza del Troll.

Sofía: ¡Ved como aprisiona a las hadas en sus hombros! ¡Su ordenado caos es su último paso a la desaparición!

— Así transcurría aquello, hasta que el Troll arremete fieramente contra la realidad misma. Haciendo así desaparecer al bosque profundo. Sofía y Semreh aparecen en el suelo de la caverna, y los insectos luminiscentes iluminan sus extasiadas sonrisas.

— Sonriente dice Sofía.

Sofía: Ha llegado la hora de continuar mi amado amigo...


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