lunes, 27 de julio de 2015

Los frutos de la montaña.



Fragmento de Ancient 01 ---- Los frutos de la montaña.

— Por fin: después de caminar por unas cuantas horas: llegaron a la boca de la caverna. Vieron como la maleza cubría gran parte del lugar, la caverna en si misma evocaba un antiguo mundo, se veía arcaica y misteriosa, habían bellos frescos primitivos en las paredes laterales de la entrada, tunas recorrían como Serpientes los relieves profundos de las paredes rocosas, no faltaba a lo lejos sonidos de pájaros; los cuales al revotar en las paredes provocaban un leve pero profundo eco. Aquel lugar no era para cualquiera, había que tener dureza y curiosidad para intentar siguiera penetrar en su interior.

— Rendidos se tiraron al suelo: Sofía se tendió primero sobre la piedra caliza y Semreh astutamente se dejó caer sobre ella. Sus rostros estuvieron de frente, sus labios al punto de rozarse, el cálido y débil aliento de Sofía penetro los sentimientos de Semreh al punto de perderlo en un silencio mental.

— Se retiró luego, sin poder concretar su deseo. Se sentó colocando sus brazos sobre sus rodillas, miro al horizonte y dijo a su amiga.

Semreh: ¡Es extraño! ¿Qué es eso a lo que llamamos amor?

— Lo vio dulcemente Sofía, pero al cabo de un instante su mirada se tornó fría.

Sofía: Ese amor del que hablas es apenas una sombra del verdadero amor.

— Hace Semreh un gesto de extrañeza.

Semreh: ¿Cómo así que solo una sombra? ¡Si yo he pensado en amar! ¡Lo he sentido en mí!, a veces no quiero dejarlo aflorar, pero aquí está de nuevo agobiando dulcemente mi ser.

— Sigue ahora Sofía con la mirada perdida en el horizonte.

Sofía: Es como internarse en lo profundo de un bosque tropical: allí hay muchos árboles y deliciosas frutas; ¿Pero sin conocerlo realmente, como sabrías cuales de ellas no son venenosas? Hay igualmente bestias salvajes, ¿Cómo poder estar a salvo si no sabes cómo domarlas?

Así vez: creo que hay que estar preparado para poder amar realmente, no basta creo con un viaje a la selva, hay que hacer no solo uno, si no varios: alimentarte de frutos buenos y venenosos. Así nuestras primeras experiencias serán torpes e improvisadas. Pero una vez conozcamos el lugar, podremos con facilidad identificar los mejores frutos.

— La ve Semreh sorprendido, le intriga la forma fría y fantasiosa en que Sofía concibe el amor.

Semreh: ¿Y cómo identificar mi amiga los mejores frutos?

— Le ve Sofía con una mirada un tanto astuta.

Sofía: ¡Quien este hambriento tomara sin pensarlos los más frescos y jugosos! Se ira de una vez tras lo más grande y apetecible: así mismo también; no se detendrá mucho a buscar y tomara los que tenga más próximos y accesibles.

Así se irá desenfrenando sus impulsos y deseos, no domara a los animales del instinto y será presa de ellos, así al cabo del tiempo terminara por hastiarse de ellos, y sin pensar más ira tras el siguiente árbol.

Buscando y buscando sin poder nunca llegar a saciarse por completo. ¡Más! Quien conoce lo que busca ira tras los frutos más selectos y delicados, así su instinto aunque reducido se mantendrá más vivo: ya que no será agorado de una vez en un arranque de pasión; si no que a manera de un gotero auto regulado ira soltando de a poco las mieles del placer.

— La sigue Semreh atentamente.

Semreh: ¿Pero a que saben entonces tales frutos, si no son dulces y vivaces?
— Se sorprende levemente Sofía.

Sofía: ¿En qué momento dije que estos no eran dulces? ¡Son frutos provenientes del logos! ¡Son los frutos de la fantasía! ¡Este amor busca el alma, pero no desprecia al cuerpo! Propone más bien un balance entre lo carnal y lo espiritual: se enamora de las ideas y se enamora del cuerpo: ¡Pero de ambos a la vez!, ¡nunca de uno solo!

— Así Semreh toma la mano de Sofía, la acaricia dulcemente, la lleva hasta su pecho, al punto que ella pueda sentir sus latidos, luego la eleva a su frente, la deja reposar allí por un instante, para luego apartarla lentamente de sí.

— Sonríe Sofía levemente y se levantan ambos del suelo rocoso.

— Todo está listo, es el momento justo para penetrar en la oscuridad de la caverna y el principio de una nueva aventura.

— Justo cuando ambos se disponían a entrar Semreh hace una pausa en la entrada del recinto. Ve fija pero delicadamente a Sofía y le dice suavemente.

Fruto de la montaña:

¡Aquí en el inicio del camino!
¡Bajo los rayos de tus ojos!
En la senda de tu profunda mirada,
Bajo el abrigo de tus delicados dedos.

Allí estoy absorto en ti,
Y no pienso más que en ti,
En mi día completo esta tu voz,
¡Por las noches es eterna mi espera!

¡Baja por las montañas el campesino!
Trae en su alforja los frutos de la tierra,
En el cosmos del asombro lo observo,
A sus cálidos frutos me avoco cual cabrillo salvaje.

¡Es sencilla su mirada! y no encubre malicia,
Sentimientos puros en caída,
¡Cascada maravillosa!; ¡caudal de calor!
Lento pero preciso se va el día; sin poder amarte.


— Sofía fue inexpresiva ante este gesto y penetro aún más rápido tratando de huir de las palabras de Semreh.

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