lunes, 27 de julio de 2015

Amanecer bajo el árbol de la Vida.



Fragmento: Amanecer bajo el arbol de la Vida.


Amanecer bajo el arbol de la Vida.


— Con un aire de cansancio pregunta Sofía a la Serpiente mientras la acaricia suavemente.
Sofía: ¡Serpiente! ¿Qué lugar nos recomiendas para acampar esta noche?


— Seseante y burlona responde la Serpiente mientras achica sus ojillos malignamente.
La Serpiente: ¡Pues a mí me basta casi cualquier sitio!


— Ahora continúa de forma más condescendiente.

La Serpiente: ¡Bajo aquel árbol seguro hallareis buen abrigo!

— Dejaron a La Serpiente y se acercaron al árbol que ella les había señalado: Este en si parecía reproducir la intrincada forma de la vida: Era aquel mismo árbol descrito por el anciano Caín: Cada rama dividiéndose en otras; simbolizaba una desviación o mutación y así generar nuevas especies: ¡Así pues! Iba al capricho del azar y la conveniencia.

— Con paso titubeante se acercaron ambos a aquel árbol de prodigios, no sabiendo si encontrarían buen abrigo: si la calidez incondicional de una madre o la frialdad intelectual de un padre. Así comenzaron a dialogar bajo su copa, comprendían muy bien que ellos eran los frutos de aquel.

— Sofía entrecierra sus ojos, se dirige hacia el tímido rostro de Semreh y le pregunta.

Sofía: ¿Dime cómo es?


— Semreh se interroga a si mismo sobre el significado de la pregunta de Sofía, más en un súbito instante de magnánima elocuencia responde tras ojos excitados.


Semreh: ¿Cómo es la vida bajo el árbol de la vida? ¿Me siento protegido, o me siento desamparado? ¿Es frio, o es cálida emoción la que ahora me invade?: Me siento a gusto porque estoy a tu lado, no porque la vida me haya dado frutos de aquella alegría.


Mi goce es en aquel fruto que aún no madura: ¡Yo puedo llorar mientras abrazo el tronco de este árbol! ¡Puedo reír! ¡Y puedo saltar en derredor suyo! ¡El para mi es sólido! ¿Espero la felicidad como recompensa a la sabiduría? ¿Me basta con ser un fruto calmo y sereno?

¡No! Este árbol es aun joven, y no me consta aun que yo sea el más calmo de los frutos. Ciertamente muchos se sirven de este árbol: Hay escarabajos, hay gusanos y hormigas: ¡Lo parasitan, pues creen que la vida les ha sido regalada! Tienen que evolucionar y despertar, para así tener el deseo de convertirse en abono.

¡Hay de esos ingenuos: que viendo el gran banquete, les parece que este les será eterno! La vida es frágil y delicada, y quienes nos servimos de ella, debemos gozarla sin abusos.

¿Pero quién es más culpable? ¿La hormiga que devora sin consciencia de que abusa? ¿O el que arto hasta las narices, que aun lleno y consciente: Quiere seguir devorando? ¡Y si los humanos somos los peores parásitos de la vida! ¡Espero con ansias el día en que aprendamos a ser abono, para así no dejarla morir!

¿Cuál es ese fruto del que hablaron los antiguos es sus mitos? ¡Mientras nazcan mejores seguirán habiendo frutos! ¡Sería una lástima que fuéramos el comején de la vida! ¡Tal árbol enfermo solo podrá dar frutos raquíticos!

— Sofía lo ve conmovida, y se recuesta bajo sus hombros, pasan así la noche bajo el árbol de la vida.

— Sale el sol por la mañana, es un sol cálido y suave, amenguado por la sombra de los frondosos árboles. Sofía abre sus ojos lentamente; un leve rayo de sol inunda sus mejillas. Al instante se sorprende un poco al notar que dormía recostada sobre Semreh: así lo despierta con su siempre delicada voz.

Sofía: ¡Despierta amigo! La noche ha terminado ya de alumbrarnos.

— Despierta lentamente Semreh y dice a Sofía con el rostro complacido y extasiado al ser despertado por ella.

Semreh: ¿Aun sueño? ¿Es posible que este viendo a los ojos de la más alta razón? ¡Este es el más brillante de los soles y tu mirada es el más hermoso de los senderos!

— Un temblor se siente a la distancia: Sofía y Semreh salen de su distracción hacia sí mismos. A lo lejos se acerca el Gigantesco Troll.

— Dice Semreh sobrecogido.

Semreh: ¡Si en algún momento fuera posible dialogar con esa bestia!

— Lo interrumpe Sofía sigilosamente.

Sofía: No sé si te has percatado: Su mirada, aunque iracunda, no va dirigida contra el mundo en general. Este ser es la bestia interna de todo hombre y mujer: Esta colérico y ansioso: Es la parte inconscientemente disconforme de nuestro interior.

— La ve Semreh pensativo.

Semreh: ¿Pero qué intención tiene?

— Le sigue Sofía y explica la naturaleza del Troll.

Sofía: Aun el alma que sueña en las altas montañas, que sonríe ante los verdes valles. Aun esta alma que se degusta en lo traslucido del cristal, en las claras aguas de la vertiente: Aun ella guarda en su interior a este colérico embrutecido ser.

Todo por cuanto sea privado de ser libre en el caudal de los deseos, busca liberarse del yugo del recato, de esa autorregulación: ¿Quién podrá tener la prudencia de liberarlo a pequeños trozos? ¿O quien como este Troll saciara directamente su instinto en lo amado y odiado? ¡Mirad como destruye las estatuas de los santos!

— Dos sublimes estatuas de piedra estallan en pedazos al ser impactadas por la maza del Troll.

Sofía: ¡Ved como aprisiona a las hadas en sus hombros! ¡Su ordenado caos es su último paso a la desaparición!

— Así transcurría aquello, hasta que el Troll arremete fieramente contra la realidad misma. Haciendo así desaparecer al bosque profundo. Sofía y Semreh aparecen en el suelo de la caverna, y los insectos luminiscentes iluminan sus extasiadas sonrisas.

— Sonriente dice Sofía.

Sofía: Ha llegado la hora de continuar mi amado amigo...


Cain y la nada.



Fragmento: Cain y la nada.

Cain y la nada.

— Siguen su camino en descenso: tomaron un caminillo particularmente tétrico, a cada paso parecía atenuarse la luz de los insectos; hasta el punto de dejar todo a oscuras. Semreh divisa una luz fatua en un rinconcillo: desvía sus pasos hacia ella y dice a Sofía.

Semreh: ¡Mira! Allá a la distancia se ve una lucecilla; ven: ¡quiero ver de qué se trata!

— Al ya estar cerca del lugar: ven por fin de que se trataba aquello, era sin lugar a dudas un antiguo pergamino, escrito en antiguos caracteres parecía de imposible lectura.

Semreh: ¿Qué crees que sea? Se ve de lo más antiguo e intrigante, fíjate bien; no existe lengua alguna con la cual pueda compararlo.

— Así Sofía quedo un instante en blanco; miro en todo el contorno de las paredes rocosas, ¡vio a Semreh! ¡Vio el manuscrito!

Sofía: Fijaos bien, el papiro es en sí una especie de piel: mira como en el parecen haber conductos o venas: mira como al acercar mi mano, este parece reaccionar a ella.

— Acerco entonces Sofía su mano al viejo y resquebrajado papiro; al hacerlo sintió un extraño y mezquino calor: esta era sin duda la base para algún mágico ritual.

Sofía: Mira lo que he observado en las paredes: ¡vez allá el rostro atormentado!, ¡vez allá la faz sonriente!, ¡mira con atención el grabado de la luna!

— Observa Semreh los lugares señalados por Sofía: El rostro sonriente parecen ser los rasgos de un silencioso anciano. el rostro atormentado; el de un joven caballero. La luna bella y cautivadora ilumina con luz propia.

Semreh: ¿De dónde proviene dicha luz?

— Lo observa nuevamente Sofía con su típica mirada de intelecto.
Sofía: ¿No te has percatado cierto?

— Confuso pregunta Semreh.

Semreh: ¿de qué he de percatarme?

Sofía: Cuando coloque mi mano cerca del pergamino la luna ha comenzado a iluminarse, pero si te fijas bien, no es una luna completa, aún le falta para estar llena. ¡Ahora también me he fijado que algo ha sido tomado de mí! Al acercar mi mano al pergamino me ha sido arrebatado algo de sangre.

— Toma ágilmente Sofía la mano de Semreh, la sujeta con fuerza y toma del techo rocoso una delgada y filuda estalactita, con la cual da un certero y fiero corte a la palma de Semreh.

— Así acerco pues la mano sangrante al papiro, hasta el punto de embeberlo por completo de la sangre de su amigo. Corto de igual forma sus propias manos mezclando ambas sangres sobre el antiguo objeto.

— Al Hacerlo la luna evoluciono lentamente, paso de su típica forma de gajo a un bello cuarto creciente, una media luna, y por fin ya después de unos instantes a la mágica luna llena.

— Y como si aquello fuera magia, las palabras en el papiro fueron del más claro y natural idioma de los actores de este ritual.

— No quedo ninguna duda para ambos, que el papiro mismo era un ser vivo, al parecer podía traducirse a cualquier idioma, lo único que necesitaba era la sangre fresca de sus lectores para tal efecto.

Sofía: ¡Lo hemos logrado! ¡Está traducido!

— Tras ojos excitados Semreh afirmo con la cabeza y comenzó la lectura de aquel antiguo y misterioso documento.

Caín y la nada.

— En un paraje desolado de este mundo: en un rincón olvidado, en la montaña más helada, en la más sublime altura. Allí se encuentra un anciano sentado bajo los sublimes rayos lunares: por compañero la soledad del viento, por amante; la noche perpetúa.

— Acercándose a la distancia; el silbido maligno; ¡la hermana lechuza ha salido a cazar!: ha venido de lo más alto, ha descendido a la montaña de la tierra.

— Aquel paraje siempre ha sido el preferido del anciano Caín: ya que dice ha de sentirse a gusto entre los árboles secos y pequeños, en la atmosfera fría, en la sublime tristeza de esta naturaleza muerta. Así lo encuentra la Hermana de la noche: atraída en un principio por la curiosidad.

Caín: ¡Sera posible! Viene a mí la dama nocturna: ¡viene a mí el depredador!
La Lechuza: si en algún momento esto ha significado algo; en la mente de los hombres ya no soy más que un lejano recuerdo, una simple razón para temer a la oscuridad.

Caín: ¡sí! He de recordar el tiempo en donde se tomaba en cuenta los susurros de las sombras. He pues de remontarme muy lejos; a la propia cuna de lo llaman civilización.

— (Así Caín comienza una historia)

Mesopotamia: ciudad de Uruk.

Me hube ya por varios siglos recorriendo la bastedad del desierto: en si no es que considere que del todo uno ha de perderse en la soledad para poder encontrarse, pero en las ciudades el ruido es demasiado alto como para prestar atención a los susurros más profundos del ser.

Así me estuve hastiado de mi propia voz, estaba sediento de un estímulo que diera razón de ser a mi murmullo interno.

En los mercados de aquel alboroto hube de pararme por primera vez.

— Es un bello atardecer en la antigua ciudad, el sol da un último respiro, nubes rápidas y grises asoman por el horizonte avisando la llegada de los vientos fríos; así Caín se sentó sobre una piedra sólida, por frente suyo pasan los niños de aquella ciudad, corriendo alegremente mientras juegan. Decide entonces Caín adentrarse en los mercados y dirigirse al área en donde caminan felices algunas damiselas.

Caín: Siembre ha sido un placer para mi contemplar pasivamente a las damas de la tierra. En cada mujer siempre encuentro un espíritu de rebeldía. Un alma piadosa, un amor incondicional: ¡Tal es la condición de toda madre; amar ciegamente a su hijo!

¿Pero busco acaso algo así? ¿Quiero yo encontrar en brazos extraños, las suaves caricias de mi madre Eva? ¡No! Prefiero verlo como un tributo, amarlas como un reflejo de ella.

Cuando tienen hijos son a la vez ellas unas nuevas Evas: Dejan detrás la pasividad, dejan por fuera lo blando de su ser: he aquí también una advertencia: ¡hay algunas que valorándose en el objeto amado se vuelven victimas de él, todo gira en el sol central y se pierden en regalos y estímulos que disfracen su falta de ser!: ¡ha de perderse Adán en esto también!

— Estas eran las cavilaciones del anciano Caín, en aquel bello día. Se sentó en una hermosa y rustica banca de piedra; bajo la sombra del frondoso árbol, la forma de este árbol por si misma reflejaba en sus múltiples ramas la forma caótica y organizada de la evolución de la vida. 

Paso algún tiempo desde que el anciano se sentó allí, todo para el pasa pasivamente y tranquilo. Aquellas sus damiselas lo observaban con desconfianza.

Caín: ¡Ha…! Musas desconfiadas, ¿han de verme de igual forma si fuera joven y apuesto?

— (Se transforma Caín en joven muchacho, lo hace no de una forma solo mágica, ya que transmuta desde dentro lo que siente, él no se angustia por la idea de la muerte y puede gozar en el cambio)

Caín: Yo estoy por sobre lo humano, ¡he sido condenado a la eternidad!, ¡no soy más que un arquetipo del pasado!, no estoy condenado a la muerte, así que para mí las posibilidades del hombre y las paranoias no existen, ¡muere ante mi toda dialéctica!

— Al cabo de un instante una de las damiselas lo observa desde una esquina inversa a la que él se encuentra: El la observa calmado y le sonríe levemente, la invita con su mirada a sentarse a su lado y ella atraída por una fuerza dulce y misteriosa se acerca a él cómo halada por una ráfaga de viento fugaz.

— La dama cuestiona al joven Caín.

Muss: ¡Hola! Me he percatado que me observa con insistencia.

— Levanta Caín su mano derecha y toma la cálida y delgada mano de Muss.

Caín: ¿Cómo no habría de percatarme de vuestra sutileza y frescura? ¡Solo verte es como una suave y sutil caricia!

— Se sonroja la joven y responde con una tímida firmeza.

Muss: ¡Exagera usted caballero! ¡No soy diferente a las otras muchachas de este jardín!

— Emotivamente responde el joven Caín.

Caín: ¡habría de creyeres! ¡Si no fuera porque pienso que tú eres quien da vida a todas ellas! ¡He caminado por el vasto desierto, imaginando en el horizonte vuestra graciosa sonrisa! ¡He visto los rayos de la luna; luminosos y oscuros, y solo en vuestros ojos, he podido revivir tan extraña y encantadora belleza!

— A lo lejos asoma la figura de un anciano; porta este típicas vestimentas.

Llama a la joven. A lo que responde Muss sobresaltada.

Muss: ¡Debo de partir! Es mi abuelo.

— Exaltado dice Caín.

Caín: ¿Cuándo hoz veré de nuevo?

Muss: ¡Aquí mismo! Mañana al atardecer.

— Así partió Caín a su hogar en lo profundo del bosque, en la fría y enigmática caverna.


— En este punto del relato la correosa piel del papiro termina en bordes derruidos.

La ciudad muerta.



Fragmento: La ciudad muerta.

LOES.

Sueño: La Ciudad Muerta I.

—Estando en un bello jardín, ¡las flores bellas!, ¡pero estáticas como piedras! Frente a mis ojos un gran pozo; camino y me acerco a sus bordes de piedra: Al inclinarme, ¡esperando el agua; veo la más profunda oscuridad! Tomó sin miedo unas gradas que me conducen a su interior: 

Las paredes de este están frescas y ligosas, ¡y su frescor a cada paso se convierte en putrefacción! Ya en el fondo: nada es lo que imaginaba: ¡Grandes caminos de piedra caliza!, me conduje por el principal de estos; y a pocos metros la tuve frente a mí: ¡La gran ciudad se erguía imponente al margen del horizonte de llamas ardientes!

Estaba está construida de piedras monolíticas, ¡definitivamente estos portales no tenían comparación con ninguno actualmente conocido!
Y ya frente a su gigantesca puerta, ¡no pude más que sentirme un pigmeo insignificante!

¡De esta emanaba una maldad insoportable!, ¡sentí mis manos romperse al tocar sus maderos rojizos y secos! ¡Mas fue mi asombro!: cuanto al abrirse: ¡pude ver ante mis ojos los maravillosos edificios!: Torres negras se levantaban sobre las altas casas: las cuales no tenían comparación con las de nuestro mundo concebidas.

Camine ansioso por aquellas calles de piedra, abrí toda puerta y toda ventana; mas la vida hacía ya tiempo había huido de aquel lugar. 

Al cabo de un tiempo me dirigí a una de aquellas torres: Estaban estas elaboradas de bello mármol negro, su altura era tal; que dolía mi cuello al tratar de divisar su máxima altura. 

Tras ellas, y en ese justo momento, se alzaba una gran esfera de lava; que no era otra cosa; ¡si no el sol de aquella profundidad!, este excitaba con su radiación las brillantes cúpulas de las torres, maravillando al ojo con exquisitos espectáculos.

Vi entonces la entrada a una de estas, ¡mas puerta no había!, solo un agujero en la pared. ¡Entre sin pausa y sin dudas! 

Ya en su interior, vi como del suelo parecían salir gases delgados y fantasmales. Y unas gradas de caracol subían Interminables hasta la cima de la torre, y así me encamine por ellas con un alma de insaciable curiosidad. 

Ya en la mitad del camino: ¡sentí como planchas de caliente acero en cada escalón!, ¡como zarzas en cada titubeante paso! ¡Lo cierto es que al final mis muslos estuvieron a punto de estallar! 

Y cuando por fin llegue a la cima: Una habitación de altas repisas, de pipetas con extrañas sustancias, ¡y allí! en el centro de la instancia; un libro que parecía girar sus páginas, tal y como si el solo se escribiese. Violentamente se cerró, y de su portada yo leí: El tratado de los no mundos.

Inmediatamente una extraña fuerza me empujó, lo que me hizo caer de la habitación; y sin yo quererlo me vi cayendo al lejano suelo, ¡mi fin era inevitable!, ¡mi corazón latía fuerte!, ¡mi cerebro entregado a la resignación! Lo que hizo cerrar mis ojos, ¡y al abrirlos! a la horilla de aquel pozo me encontraba, y las flores rozaban mis pies descalzos.


¡Abrí los ojos violentamente!, Me detuve a pensar sobre aquel sueño maravilloso, traté de cerrar los ojos y así volver a dormir. Mas al hacer esto: ¡aquellas terribles e imponentes torres se dibujaban en mis parpados, ¡y extasiado de placer dormí contemplándolas!

Bosque.



Fragmento de el encuentro.

Desperté luego de varias horas, estaba anocheciendo, y la luna llena asomaba en el horizonte. Salí pues rápido de la casa. ¡Se veía hermosa! ¡Complaciente! ¡Como gran ojo nocturno! ¡Como portadora de antiquísimos secretos!

Los maderos de mi bolsillo brillaban con una extraña fluorescencia azul, parecían susurrarme al oído palabras incomprensibles, El bosque a mi alrededor me llamaba ¡Parecía como si un harén de hadas sensuales me esperara! ¡Como si rieran de alegría esperando mi presencia!

Casi podía verlas, masturbándose frente a mí, y tentándome como súcubos nocturnos, ¡Me poseen! ¡Eyaculó en sus virginales vientres! Me llamaban pues los maderos a aquella magnifica experiencia. Yo caminaba ya sin control, con la conciencia enterrada bajo metros de tierra.
Y así me adentré sin causa en aquella negrura enigmática, ¡Y fui como Alicia en el país
de las pesadillas!: ¡Misteriosas y bellas! ¡Pérdidas y majestuosas!

Las ramas de los árboles se arremolinaban en torno mío, me tenían como felinos de finas garras, atrapado en aterrador influjo.

El suelo suave y fértil, de ramas y hojas. Y un camino invisible me conducía a la más profunda oscuridad. Llegué a un claro: ¡Y allí estaban ellas acariciando sus bellos cuerpos formados de natura! Eran de color verduzco y sutil, ¡Seguramente de edad antiquísima! Enredaderas vestían sus desnudos cuerpos, y bellos lirios adornaban sus cabelleras.

Sus pies eran bellas raíces, las cuales jugaban alegres con el follaje, ¡Mas no digo de sus rostros, hermosos sin comparación! De labios oscuros y miradas brillantes. Sus voces incomprensibles se expandían por todo el ambiente, y una música sutil e inaudible adornaba cada una de sus palabras.

Los maderos comenzaron a inquietarse, como ansiosos de participar en aquella orgía. Los tomé pues en mis manos, y estos brillaban como soles marchitos, ¡No los contuve y huyeron por el suelo, hasta unirse al cuerpo de aquellas damas! Mis ojos no podían comprender lo que veían, ¡Y mi pene saltaba como loco de ansias! se fugaron pues mis instintos, y lloraba amargamente mi condena, ¡Ya que moverme no podía! ¡Parecía que disfrutaban mi impotencia! Ya que a cada instante más sensuales parecían;

¡Lloraban de placer castigando mi deseo! ¡Mis pantalones fueron presa de mis fluidos! Y mis alaridos rompieron la armonía de aquella instancia. ¡En ese instante ellas pararon! La luna se ocultó tras las nubes, y la penumbra acogió de nuevo mi alma.

¡Baje en un instante a la profundidad de un pozo! ¡Perdí la conciencia!

Al cabo de un rato la luna irradiaba mis ojos, los sucubus se habían marchado, y el bosque me envolvía en una fría neblina.

¡Me encontraba perdido! Los grillos cantaban inquietos, y la luna iluminaba un blanco camino; Lo cojo aunque no supiera su destino, deseaba que me condujera el pueblo, ¡Aunque en mi interior sabía que nada más lejos de mi deseo era lo que me aguardaba!

¡Loco de asombro me quede al contemplar lo que mis ojos veían!; Una gran torre, de cuando menos cinco pisos. Echa de piedras mohosas y grotescas, de apariencia gótica y endiablada, ¡parecía tan antigua como la misma humanidad!

Una pequeña puerta de madera tosca era su única entrada, Veía yo pues imposible que estuviera habitada. ¡No sabía pues que era más terrible! ¿Dormir en aquella intemperie? O ¿Adentrarme en sus terribles secretos? Escuché entonces una voz suave y fría que me dijo.

La voz: ¡Entra muchacho! ¡Visítame amigo!

—Mi reacción ante aquello fue inmediata, ¡mis carnes se enfriaron al instante! ¡Mi rostro era presa de aterrador asombro! Las bisagras de aquella puertilla se abrieron tenebrosas.

Asomo la cara aquel anciano, y la luna cubría su faz de fantasmal blancura. ¡Esto me produjo algo de alegría! Pues tan malo no podía ser aquello. Me pasó delante, y por primera vez pude contemplar aquella instancia; las columnas de libros se alzaban hasta el techo, ¡Eran volúmenes antiguos, portadores de secretos incalculables!

En el pequeño escritorio del anciano se encontraban varios de estos, como si en aquel instante el viejo se entregara a sus mundos ocultos. Me invito pues a sentarme, ¡Yo no podía dejar de ver su rostro! ¡Pasivo, pero salvaje! ¡Con alma fuerte, y de gran entendimiento! Me propuse hablarle, pero este me interrumpió diciendo.

Gigalmesh: ¡Hoz estaba esperando!

— ¡Cómo! Dije yo sorprendido, el volteo a verme con graciosa elocuencia y prosiguió.

Gigalmesh: ¡Sabía que vendrías! ¡No lo dudé ni por un instante!

Loes: ¿Pero cómo lo sabías? ¿Por qué me dejaste estos maderos?

—El respondió con una súbita carcajada, y dijo.

Gigalmesh: ¡Hablando de mis maderos! ¿Dónde están? ¿Qué has hecho con ellos?

—Con confusión en mi rostro le respondí.

Loes: Pues creo que los deje en casa.

—El me observo intrigadamente, como si tuviese certeza de mi mentira; Se
Levanto y abrió un viejo gabinete, saco los maderos y los puso frente a mí.

Loes: ¡¿Pero cómo?!

—Dije. Y luego se sentó, y con voz susurrante y extasiada me dijo.

Gigalmesh: ¡Negarás que haz conocido a mis doncellas! ¿Qué acaso estas no te proveyeron de un sueño imposible? ¿Es que acaso tu corazón había palpitado de esa manera?

—Luego de esto decidí enfrentármele, saber el porqué de toda esta aventura.

Loes: ¡Por favor aclara mis dudas! ¡Ya no soporto esta angustiosa incertidumbre!

—Tomó una vieja pipa que tenía en su escritorio, extendió sus piernas, y relajo su Rostro. Así comenzó su relato.

Gigalmesh: ¡Habitación oscura! ¡Habitación oscura!

—Lo mire con intriga, puse mis codos sobre la mesa. Este me observo fijamente, y prosiguió de manera calmada.

Gigalmesh: ¡Soy más antiguo que las raíces del bosque!
¡He caminado por la tierra antes de que el hombre conociera los caminos!
¡He fabricado su saber, Los he iniciado en la escritura!
¡Los proveí de abrigo! ¡Los consentí en su tristeza!
¡Les di sus primeros nombres! ¡Los bajé de los árboles, y los hice correr por la sabana!
¡Inspire sus dioses, y mancharon mi nombre tratando de entenderme!

—En el límite de la intriga le pregunte.

Loes: ¿Tú eres dios?

—Y el regañonamente me respondió.

Gigalmesh: ¡Como hoz atreves a compararme con esa vil mentira! Yo represento el eco del cosmos, ¡Soy la intriga, y el remanente de la gran explosión! ¡Adorné Tus ideas con el ansia del infinito!

Loes: Tradúceme pues tus palabras.

Gigalmesh: Soy quien te hizo bajar de los árboles, ¡Soy la curiosidad! Sentimiento creador del pensamiento, el arquetipo de la sabiduría, soy el sueño de tu vejez,
¡Tú aspiras a mi condición!

Loes: Eres ―el viejo sabio‖.

Gigalmesh: ¡Así haz decidido llamarme!

Loes: ¿Pero eres físico o solo una idea?
Gigalmesh: ¿Es que acaso no puedes tocarme? ¡Soy un simple viejo, que comprende en lo que se ha convertido!

—Lo observé anonadado. El silencio inundó la sala, los dos nos observamos callados. El tomo un gran libro y comenzó su lectura. Y yo esperaba la lección Que de éste me proveería.

Gigalmesh: La luna ha sido testigo de estas grandes etapas, ¡Ha andado silenciosa por todos los caminos!, ¡Conoce los senderos olvidados de la civilización!

Loes: ¿Pero cómo has llegado a comprender la esencia?

Gigalmesh: ¿Pero que es la esencia? ¡Si no nuestra alma conjurada en los objetos!
Loes: ¿Qué haces en este pueblo olvidado?

Gigalmesh: ¿Y qué haces tú aquí amigo? En esta torre perdida. ¡Lo que nos mueve es el ansia de sabiduría!, ¡Lo que nos despierta es el sol de la
Incertidumbre!, ¡He visto en tus ojos la locura, que a tu saber es la más grande cordura!

Loes: ¿Pero qué haré mañana? ¿Cómo viviré tranquilo después de todas estas experiencias? ¡El ambiente en Mitit será el mismo de siempre!, suspiraré por Lilith como todos los días, la gente me vera siempre como un lobo estepario al Acecho de sus ideas.

Gigalmesh: Tu vida continuará como hasta ahora, solo lleva en tu alma tu esencia, y vive como nunca has vivido.

—Me miró pues el anciano, tomo mis manos con su derecha uniéndolas Fuertemente; No pensé pues que tuviera aquella fuerza. Con la izquierda cerró mis ojos, y yo caí en un profundo sueño ¡relajante y cálido! Como arrullado en los brazos de un padre, como niño dormí pasivo, y fue mi alma en un perfecto descanso.


Al día siguiente desperté en el sillón, como si de este no me hubiera movido. Más sabía que aquella experiencia era en absoluto real. Mis zapatos estaban húmedos, al igual que mis pantalones, ¿Y los maderos? ¡Pues habían desaparecido! Ellos eran el fiel testimonio de lo ocurrido.

Un café.



Fragmento de Ancient.

Semreh: ¡No busco a nadie! He divagado por este lugar muchas veces; ¡camino de aquí para allá! En aquella mesa de allá he tomado muchos cafés: desde allí he sido cautivado por el ir y venir de las gentes: He escuchado sus pláticas. He escuchado a inteligentes y tontos por igual. ¡Voy en busca de algo que pueda amar!

— Pensativamente le dice Sofía.

Sofía: ¿Algo que amar en un mundo sin corazón?

¡Ya os he dicho que para amar es necesario el intelecto!:

¡No es con la mirada! ¡Ni con palabras gratas!

Los hombres y mujeres caminamos constantemente en círculos, vamos de aquí para allá: ¡Pero el pensamiento!: dormido y perezoso; acostumbrado esta a no mirar el horizonte:
¡Piénsalo!: en esta ciudad es difícil: nuestra línea de visión siempre termina en el asfalto, en un parque, en un letrero o en un centro comercial.

¿Dónde están pues los que discuten sobre la vida y la existencia?
¿Dónde están los que se crean su propia filosofía?
¿Dónde está pues el poeta de las calles que escribe versos a las señoras y señoritas?
¿Dónde están los violinistas y flautistas que nos deleiten por puro placer? ¿Dónde están pues las musas; que como gráciles fantasmas caminan inspirándonos con melodías antiguas?

¿Dónde los niños que no son solo fruto de sus padres, sino también de ellos mismos y su fantasía?
¿Dónde está el caballero oscuro?
¿Dónde la dama en tinieblas?

¡Ya ni los malos saben del porque lo son!
¡Y los tales buenos; son solo imagen y copia de una bondad de esclavo!
¡Este es el mundo del nuevo esclavo!; inconsciente de su esclavitud.

El antiguo; al ser esclavizado colocaba tristemente su mirada sobre el suelo lleno de sudor.

El esclavo moderno lo hace sobre las luces de neón; mientas que sonríe extasiado; ¡ni siquiera pasa por su mente el deseo de libertad!

— Ágilmente responde Semreh.

Semreh: No puedo más que estar en total acuerdo contigo, lo que pueda encontrar aquí no es para nada algo real, no será más que una mezcla de instinto y motivaciones visuales, llévame pues nuevamente a la caverna.


— Así Sofía hace a Semreh cerrar sus ojos; baja suavemente sus parpados con su mano izquierda y un viento gélido penetra en las ropas de Semreh. Al abrir nuevamente los ojos ve aparecer se forma vertiginosa las paredes rocosas de aquel olvidado recinto.

El vuelo del ave negra



Escritos antiguos 02. ---- el vuelo del ave negra ----- fragmento del lado oscuro.

El vuelo del ave negra.

Vincent:

sutil, bella y sublime; ¡cuando el cielo parece una gran pista de hielos oscuros! ¡cuando tu canto es profundo, eterno e insonoro!; tu compás es lento.
cual pareces estática, y lentamente pareces ganarle al viento, y sutilmente pareces cogerte mi alma:
¡Tu ave negra! ¡tu hada de la noche!

cuando te miro así en el cielo azul: pareces miles y pareces uno: son miles de voces que no se escuchan.

en tu corazón se agita fuertemente la guerra; pequeños disparos llegan a mi pecho. Y tu eterno vuelo; el vuelo sagaz y perpetuo, sagaz y profundo, eterno y sin mancha: ¡ESA ES MI AVE!

Hoy prendo una vela por tu alma, hoy tu alma es mía, en mi pecho arde tu flama. hoy eres diosa: ¡MI DIOSA!

Ave negra de tonadas oscuras, alas de fuego: tu cola infinita, ¡cual pareciera corta y eterna! ¡cual es gigante y muy corta! ¡cual pareciera tuya! pero seduce al viento, y lo tienta y este no escapa; ¡Cuál parecieran olas sus ondeadas! y yo la luna que provoca tus mareas.

Mi ave de ensueño: ¡VEN CELEBREMOS! De mis venas brotara vino; un néctar que no embriaga, pero que procura un dulce sueño.

Ave hermosa te pierdes en la distancia, tu camino es el infinito, pero en estos ojos reposa tu alma, y cuando quieras más vino de mi cosecha, no lo pidas, ¡POR FAVOR NO LO PIDAS!


¡TOMAME!

Primer encuentro con un misterioso diario.



Fragmento de El Encuentro 04 ------ Primer encuentro con un misterioso diario.

Palabras de Loes:

Volví esa tarde al trabajo. Y al salir de este me preguntaba que estaría haciendo Lilith, y que cosas leería del diario de Imagus.

Palabras de Lilith:

Lilith.

¡Vaya que ese tipo Loes si es un tipo extraño! ¡Hasta me hizo olvidar la cólera que sentía por mi antiguo novio! ¡No pensé realmente que me prestara este extraño folleto! ¡Pero al final lo hizo! Me imaginó que yo he de gustarle. Quizá después de leer un poco pueda entender a este extraño personaje.

—Comencé a leer el diario, mis ansias por aquello era particular. Se veía ya muy antiguo: Con extraños símbolos en su portada.

Diario de Imagus.

1. El nacimiento.

Mi nombre es Imagus: Productora de deseo y fantasía. De la fecha de mi nacimiento no tengo certeza, solo que fue en la mente de un hombre durante la edad media. Me conjuró con alas negras y perfectas, de cuerpo delicado, y rostro majestuoso.

Extrañamente mis recuerdos se remontan hasta el inicio del todo, ¡La gran salida del huevo cósmico! Vivo en espacios oscuros, y tránsito entre neurona y neurona. Me alimento de los desperdicios del alma, y dejo a mi huésped claros conceptos, ¡Abstraigo su pensamiento a niveles gloriosos!

2. En la cima del mundo.

Una tarde recuerdo haberme posado frente a una altísima montaña, alguien me llamaba, ¡Y allí estaba! Un extraño viajero que extendía sus brazos a las estrellas, ¡llamaba a Eros a que lo consumiera! ¡Llamaba a Thanatos! A que lo absorbiese.

Al verme me invito a tomar de la más limpia vertiente: Era el agua más pura y cristalina. Con satisfacción bebí de ella, y tanta dicha me produjo, que no pude contener una leve risilla. En regalo por aquella dicha le día a beber de ella haciendo un hueco con mis manos.

El me dijo. — ¡Eres suave y cálida! ¡Pero aquí en el cero absoluto eres una gran flama! ¡Pero aquí en el cero absoluto hay una gran pregunta! ¿Quién nos creó? ¿Y de donde provienen nuestras voces, si nuestras gargantas están ya gastadas?

—Absorbí aquella esencia. Cerré sus ojos y lo hice comprender.
¡Y cierto es que Eros nunca bajo a la tierra! ¡Y cierto es que el vació nunca comió de Eros!
Me fui de aquella montaña recorriendo cada metro como si se tratase del infinito. Así como de mi creador no tengo el recuerdo de su rostro, así de este viajero no tengo el sabor de sus labios.

—Paré un instante de leer aquellas palabras marchitas, Imagus era sin duda algo maravilloso. Parecía venir de un mundo extraño, y sin embargo era la creación de una mente.
¿Qué desesperación habría llevado a aquel hombre a crearla? ¿O esta existía desde antes, y este solo la realizó en sus ideas? ¿Por qué este librillo habría terminado en las manos de Loes?
Y no puedo evitar que después de esta mareante lectura me salte a la mente aquella dura pregunta: ¿Quién soy yo? Pero nada me dejo más cautivada que la siguiente parte de sus escritos; Las melodías de Imagus.

3. Las melodías de Imagus.

Vagando en un infinito desierto, fui capturada por los ecos de los eones, noctámbula camine ansiosa, hasta llegar a la tumba de un antiguo ser: La pequeña bóveda era siniestra y aterradora, de ella provenían susurros malignos. Entre atravesando la puerta, en su interior las paredes corrugadas y tétricas inspiraban la más profunda euforia: Seguro un mortal moriría al contemplarlas.
Un túnel angosto con antorchas negras, las cuales iluminan sus góticas formas.

Me conduje a sus entrañas como en un sueño prohibido. Mas fue entonces mi júbilo maligno al ver el sarcófago que me llamaba; estaba este labrado en piedra, y de su interior emanaba una esencia nefasta. ¿Cómo podía un ser muerto convocarme? ¡Es como si su cerebro me necesitara con ansia! 
¡Tanta que en el produjera la vida! ¡Convencida quede pues que esta, es solo un deseo, mas que una condición física!

Salió el de su antigua prisión, me vio a los ojos con sus pupilas marchitas, su piel no emanaba juventud ni soltura; Se descascaraba en profunda agonía. Y me dijo antes de que sus labios se desmoronaran:

—Profunda condena ha sido, el no poder haberte contemplado.

—Tomó un violín, y toco una melodía pérdida y de profunda tristeza mientras decía.

Vaco: Sortilegio de pesadilla, angustia serena. Exprimiré mis venas, y de sus entrañas bañare mi habitación. La luna me sonríe como ansiosa de mi locura, la alabo y le prendo altares, Y así en la más pasiva calma coloco mis vísceras a su mirada vampírica. ¡Así cualquier muerte es deseable! ¡Así te esperaba Imagus en mis sueños de melancolía! ¡Me ofrendé como esclavo de tu ausencia! ¡Me perdí en la locura al no poder contemplar tus alas!

—Bello era sin duda aquel diario, y cuando pudiera descifrar sus líricas prohibidas, seguro encontraría el tesoro de los tesoros. ¿Y ahora como veré a Mitit de la misma forma? ¿Cómo asistiré el domingo a la capilla? ¡Y más imposible aun, después de leer su poesía!

Luna maligna.

Ja ja ja. ¡Locura!
Aislada en un baúl de tortura,
Vi un alma de soltura,
Mi vida fue en su esencia de amargura.

Sus ojos como canicas de ensueño,
Su lengua en profunda atadura,
No tiene alma, conciencia ni dueño,
Solo el cálido sabor de la locura.

Fueron ecos sus palabras perdidas,
¡Con mi lengua lamí sus heridas!
¡Como loca toqué sus frases perdidas!
Y en el puro éxtasis, acaricié sus cobijas.

Me hundí en sus profundas fantasías,
¡Perdí mi poca conciencia!
Alabando sus pútridas manos,
Fui víctima de sus siniestras melodías.

—Bello sin duda, el camino empieza y Loes deberá de explicarme.

Ciertamente el diario de Imagus me había dejado un extraño sabor de boca, con sus siniestras frases y su filosofía obtusa. Aquella mujer que había nacido de una idea, esto es ya sin duda ya bastante difícil de entender. Su vida trascurría entre el espacio sináptico, se comportaba como una droga de naturaleza liberadora. Soltaba la conciencia a niveles incomprendidos. Sus alas negras como símbolo de un viaje a espacios infinitos. Sus recuerdos remontándose a la antigüedad le daban claros indicios arquetípicos, sumado esto al constructo de su figura angelical.

De la cima del mundo; como aquel retiro en el cual el sabio se pierde, con sus sueños de alcanzar las estrellas, y sus inconscientes deseos de morir. Pero aun y con todo esto bebe las claras aguas del discernimiento, y esto como único consuelo en la frialdad de su mundo, ¡ciertamente ella ardía como llamas en comparación!

Las melodías de Imagus aún me suenan en los tímpanos, lo que no implica que las comprenda a plenitud. ¡Como desearía no haber leído jamás estas cosas! La gran ciudad ha perdido todo su encanto.


Así me quede dormida después de aquella profunda reflexión.