Fragmento de El Encuentro 04 ------ Primer encuentro con un
misterioso diario.
Palabras de Loes:
Volví esa tarde al trabajo. Y al salir de este me preguntaba
que estaría haciendo Lilith, y que cosas leería del diario de Imagus.
Palabras de Lilith:
Lilith.
¡Vaya que ese tipo Loes si es un tipo extraño! ¡Hasta me
hizo olvidar la cólera que sentía por mi antiguo novio! ¡No pensé realmente que
me prestara este extraño folleto! ¡Pero al final lo hizo! Me imaginó que yo he
de gustarle. Quizá después de leer un poco pueda entender a este extraño
personaje.
—Comencé a leer el diario, mis ansias por aquello era
particular. Se veía ya muy antiguo: Con extraños símbolos en su portada.
Diario de Imagus.
1. El nacimiento.
Mi nombre es Imagus: Productora de deseo y fantasía. De la
fecha de mi nacimiento no tengo certeza, solo que fue en la mente de un hombre
durante la edad media. Me conjuró con alas negras y perfectas, de cuerpo
delicado, y rostro majestuoso.
Extrañamente mis recuerdos se remontan hasta el inicio del
todo, ¡La gran salida del huevo cósmico! Vivo en espacios oscuros, y tránsito
entre neurona y neurona. Me alimento de los desperdicios del alma, y dejo a mi
huésped claros conceptos, ¡Abstraigo su pensamiento a niveles gloriosos!
2. En la cima del mundo.
Una tarde recuerdo haberme posado frente a una altísima
montaña, alguien me llamaba, ¡Y allí estaba! Un extraño viajero que extendía
sus brazos a las estrellas, ¡llamaba a Eros a que lo consumiera! ¡Llamaba a
Thanatos! A que lo absorbiese.
Al verme me invito a tomar de la más limpia vertiente: Era
el agua más pura y cristalina. Con satisfacción bebí de ella, y tanta dicha me
produjo, que no pude contener una leve risilla. En regalo por aquella dicha le
día a beber de ella haciendo un hueco con mis manos.
El me dijo. — ¡Eres suave y cálida! ¡Pero aquí en el cero
absoluto eres una gran flama! ¡Pero aquí en el cero absoluto hay una gran
pregunta! ¿Quién nos creó? ¿Y de donde provienen nuestras voces, si nuestras
gargantas están ya gastadas?
—Absorbí aquella esencia. Cerré sus ojos y lo hice
comprender.
¡Y cierto es que Eros nunca bajo a la tierra! ¡Y cierto es
que el vació nunca comió de Eros!
Me fui de aquella montaña recorriendo cada metro como si se
tratase del infinito. Así como de mi creador no tengo el recuerdo de su rostro,
así de este viajero no tengo el sabor de sus labios.
—Paré un instante de leer aquellas palabras marchitas,
Imagus era sin duda algo maravilloso. Parecía venir de un mundo extraño, y sin
embargo era la creación de una mente.
¿Qué desesperación habría llevado a aquel hombre a crearla?
¿O esta existía desde antes, y este solo la realizó en sus ideas? ¿Por qué este
librillo habría terminado en las manos de Loes?
Y no puedo evitar que después de esta mareante lectura me salte
a la mente aquella dura pregunta: ¿Quién soy yo? Pero nada me dejo más
cautivada que la siguiente parte de sus escritos; Las melodías de Imagus.
3. Las melodías de Imagus.
Vagando en un infinito desierto, fui capturada por los ecos
de los eones, noctámbula camine ansiosa, hasta llegar a la tumba de un antiguo
ser: La pequeña bóveda era siniestra y aterradora, de ella provenían susurros
malignos. Entre atravesando la puerta, en su interior las paredes corrugadas y
tétricas inspiraban la más profunda euforia: Seguro un mortal moriría al
contemplarlas.
Un túnel angosto con antorchas negras, las cuales iluminan
sus góticas formas.
Me conduje a sus entrañas como en un sueño prohibido. Mas
fue entonces mi júbilo maligno al ver el sarcófago que me llamaba; estaba este
labrado en piedra, y de su interior emanaba una esencia nefasta. ¿Cómo podía un
ser muerto convocarme? ¡Es como si su cerebro me necesitara con ansia!
¡Tanta
que en el produjera la vida! ¡Convencida quede pues que esta, es solo un deseo,
mas que una condición física!
Salió el de su antigua prisión, me vio a los ojos con sus
pupilas marchitas, su piel no emanaba juventud ni soltura; Se descascaraba en
profunda agonía. Y me dijo antes de que sus labios se desmoronaran:
—Profunda condena ha sido, el no poder haberte contemplado.
—Tomó un violín, y toco una melodía pérdida y de profunda
tristeza mientras decía.
Vaco: Sortilegio de pesadilla, angustia serena. Exprimiré
mis venas, y de sus entrañas bañare mi habitación. La luna me sonríe como
ansiosa de mi locura, la alabo y le prendo altares, Y así en la más pasiva
calma coloco mis vísceras a su mirada vampírica. ¡Así cualquier muerte es
deseable! ¡Así te esperaba Imagus en mis sueños de melancolía! ¡Me ofrendé como
esclavo de tu ausencia! ¡Me perdí en la locura al no poder contemplar tus alas!
—Bello era sin duda aquel diario, y cuando pudiera descifrar
sus líricas prohibidas, seguro encontraría el tesoro de los tesoros. ¿Y ahora
como veré a Mitit de la misma forma? ¿Cómo asistiré el domingo a la capilla? ¡Y
más imposible aun, después de leer su poesía!
Luna maligna.
Ja ja ja. ¡Locura!
Aislada en un baúl de tortura,
Vi un alma de soltura,
Mi vida fue en su esencia de amargura.
Sus ojos como canicas de ensueño,
Su lengua en profunda atadura,
No tiene alma, conciencia ni dueño,
Solo el cálido sabor de la locura.
Fueron ecos sus palabras perdidas,
¡Con mi lengua lamí sus heridas!
¡Como loca toqué sus frases perdidas!
Y en el puro éxtasis, acaricié sus cobijas.
Me hundí en sus profundas fantasías,
¡Perdí mi poca conciencia!
Alabando sus pútridas manos,
Fui víctima de sus siniestras melodías.
—Bello sin duda, el camino empieza y Loes deberá de
explicarme.
Ciertamente el diario de Imagus me había dejado un extraño
sabor de boca, con sus siniestras frases y su filosofía obtusa. Aquella mujer
que había nacido de una idea, esto es ya sin duda ya bastante difícil de
entender. Su vida trascurría entre el espacio sináptico, se comportaba como una
droga de naturaleza liberadora. Soltaba la conciencia a niveles incomprendidos.
Sus alas negras como símbolo de un viaje a espacios infinitos. Sus recuerdos
remontándose a la antigüedad le daban claros indicios arquetípicos, sumado esto
al constructo de su figura angelical.
De la cima del mundo; como aquel retiro en el cual el sabio
se pierde, con sus sueños de alcanzar las estrellas, y sus inconscientes deseos
de morir. Pero aun y con todo esto bebe las claras aguas del discernimiento, y
esto como único consuelo en la frialdad de su mundo, ¡ciertamente ella ardía como
llamas en comparación!
Las melodías de Imagus aún me suenan en los tímpanos, lo que
no implica que las comprenda a plenitud. ¡Como desearía no haber leído jamás
estas cosas! La gran ciudad ha perdido todo su encanto.
Así me quede dormida después de aquella profunda reflexión.
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